Tuesday 26 February 2008

Sólo un cuento...



Había una vez una nena que quería ver el mundo. Esa nena se llamaba Eugenia y tenía 15 años. Eugenia estaba convencida de que un viaje le permitiría cumplir su deseo. Un intercambio estudiantil le daría el aprendizaje y experiencia que ella anhelaba. Intuía que ese viaje le iba a cambiar la vida.


Sin embargo, Eugenia no era mayor de edad. En consecuencia, no podía hacer todo lo que ella quería porque sus padres siempre tendrían la última palabra. "No, sos muy chica". Pero si a Leo (su hermano) se lo permitieron ¿Por qué a mi no? preguntaba con insistencia. "No, sos muy chica".


A veces los temores de los padres se vuelven incomprensibles para los hijos a cierta edad y tardamos en entender que su amor es tan grande que el límite entre el "proteger" y el "dejar volar" se vuelve difuso, confuso, complicado, difícil.


Eugenia no entendió las razones en aquel momento, pero tampoco insistió más. Muy dentro suyo sabía que ella viajaría. Tarde o temprano, lo haría.

A los 17, Eugenia inició la carrera de "Relaciones Internacionales" ¿Por qué habrá sido, no? Se aprendió los nombres de todos los países, sus capitales y sus presidentes. Se interiorizó en la vida y obra de cada líder político y la historia universal se convirtió en su novela favorita. Eugenia procuró aprender inglés, italiano, portugués y francés. No sabía qué lengua le serviría para cumplir su deseo, así que por las dudas, intentaba, tímidamente, con todas.


Eugenia estudió mucho mucho pensando que el viaje estaría cercano. Los dieces en su libreta simbolizaban para ella el puente seguro que la llevarían a obtener la "visa para su sueño".


Pero un día, Eugenia se aburrió de estudiar y se cansó de esperar. Había esperado tanto ese viaje, que sentía que ya no valía la pena. El costo de su espera había sido ya tan alto, que ningún disfrute posterior podría compensarlo.


Eugenia guardó el planisferio que colgaba en su habitación y quiso olvidar que allá afuera existía un mundo. Nada de globalización, nada de interdependencia, nada de multipolarismo ni de centros de poder. Nada de Bush, nada de Tony Blair, ni de Saddam ni de Fidel.


Y Eugenia empezó a vivir en su propio mundo interno olvidándose por un tiempo dónde había dejado la llave de su puerta de salida.


En algunas ocasiones, Eugenia sacaba la cabeza por la superficie y sentía que podía llevarse el mundo por delante, enfrentarlo, conquistarlo, ganarlo. En otras, Eugenia sentía que el mundo era el que la atropellaba y volvía a guarecerse como una avestruz.


En unas de sus salidas a la superficie, Eugenia, recordó que alguna vez tuvo un sueño. Era el sueño de esa chica de 15 años que había quedado como una "cuenta pendiente" en su corazón. Y sabía que antes de "echar raíces" en alguna ciudad determinada, con un trabajo prometedor y una pareja promisoria para formar su familia, tenía que saldar esa deuda que tenía con ella misma.


Y con ese pensamiento reinició su motor de búsqueda. Cuando uno tiene identificado un deseo, "todo el universo conspira para que puedas realizarlo" diría Coelho. Pero debe ser verdadero y debes estar convencido para poder alcanzarlo.

Y así fue como Eugenia lo alcanzó.


Un viaje de estudios a Canadá tocaba su puerta. Esta vez Eugenia ya no tendría que pedir permiso. Eugenia ya era una "grandulona" de 25 años, mayor de edad, pero por dentro seguía siendo la nena de 15 que necesitaba que sus padres la apoyaran y acompañaran en su sueño. Y Eugenia ahora va a cumplirlo, va a saldar su "cuenta pendiente" ...

La Eugenia de los 15 no es la misma de la de los 25. A los 15 uno no tiene idea de la vida, a los 25 tampoco, pero al menos uno se da cuenta de eso. A los 15 era solo una colegiala de bachiller mercantil, a los 25 hay un poco más de camino recorrido, otro tipo de incertidumbres y muy pocas certezas. Hoy en mí solo hay una: ya no me interesan las "Relaciones Internacionales" en sí mismas, ahora lo que más me importa es cultivar "Relaciones Humanas" donde quiera que esté.

La Eugenia de los 25 no es la de los 15. La de los 25 cumple el sueño de la de los 15, pero a la Eugenia de hoy como a la de ayer la impulsan el mismo motivo: crecer, aprender, conocer, abrir sus alas, echarse a volar y encontrar su camino.

Este cuento no tiene fin, solo tiene un eterno continuará...

1 comment:

Anonymous said...

Querida Eugi es muy lindo el cuento q escribiste...

me permito recordarte dos frases q a mi me gustan muchos:

"Haz que tu cuento valga la pena" (FLORICIENTA)

y otra q con fede siempre repetimos, es de Viktor Frankl (está bien escrito pero es un autor y psicologo aleman que sobrevivió el holocausto y por eso su nombre es así de raro) que dice en su libro "El hombre en busca del sentido" ... "cuando un hombre tiene un porqué puede con cualquier cómo"


creo q estas dos frases se cumplen en vos... tu cuento vale la pena y tenes un sentido en tu vida!!

prima te kiero con toda el alma y lo sabes, los chicos y mis papas tb!!

Te extraño con mucha ternura y devez en cuando ponemos el tema del matador y nos recordamos de ti!!

BESOSTES!!

diego

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